Sos el último bastión de una raza que se termina y que en ti aún camina por la sierra Comechingon
El cerro Negro te saluda el Champaqui te respeta y empequeñecen ante tu silueta tan gigante como menuda.
Te conocí ya leyenda mojòn de la historia escondida bajo la venda
que tapa los ojos abiertos de una sociedad sin gloria que solo llora sus muertos.
Oscar E. González
Dos Gigantes
Orgulloso en las alturas entre los filos emerge con su singular figura el cerro negro surge.
Desde el llano se ven las sierras como en arcos y tú a tus pies cobijas al centinela centenario, al patriarca de los cerros, ni más ni menos, que a Don Marcos.
Decidor con su sola presencia de toda una historia de vida portador de sabia paciencia de mente y alma, sanas de limpia conciencia ajeno a miserias mundanas.
Como pocos, reconocido por su generosidad, derrochador de cordialidad cuando su casa se visita.
Jovial y agradecido con respeto y humildad al prójimo siempre se ha dirigido, pues para vivir no necesita más que el aire de los cerros.
En antaño, habilidoso cazador de pumas, de cóndores, de perdidos amores.
Experto trenzador de tientos para látigos cinchas y bozales.
Lo encuentra el fin del camino renegau con la ceguera que le impide reconocer a la gente más allá que por su voz, acepta sin quejas su destino y se mueve de adentro hacia afuera de su casa lentamente pero si que tiene veloz la picardía y la mente, y de su mochila de sabiduría, va sacando de a poquito historias que cuenta despacito.